A pocos días del arranque de la Semana Santa, hoy vamos a hablar sobre la historia y el origen de uno de los olores por excelencia de esta fiesta tradicional: el incienso. A lo largo de estas líneas, podremos comprobar si es cierto como siempre se ha creído, que la esencia del incienso transformaba lo negativo en positivo y que además ahuyentaba los malos espíritus.
En el mundo bizantino, los incensarios se utilizaban para quemar incienso tanto en contextos domésticos para purificar el hogar, protegiéndolo de fuerzas malévolas, como en ceremonias litúrgicas. La iglesia era el centro de la vida religiosa pública en las comunidades cristianas del mundo bizantino. Entre el rico mobiliario de los interiores eclesiásticos no faltaban las cruces, lámparas, vasos litúrgicos de bronce, plata y oro e incensarios.
Un ejemplo destacado de estos incensarios bizantinos es este en cuyo cuerpo aparecen relieves representando escenas del Nuevo Testamento y de la vida de Cristo, relacionadas con los lugares sagrados de Tierra Santa: Anunciación (Nazaret), Natividad (Belén), Bautismo (río Jordán), Crucifixión (una figura, Cristo, en el centro con los brazos extendidos como en una cruz está flanqueada por otras dos figuras similares, presumiblemente los ladrones de Mateo 27:38) y Resurrección (Jerusalén).
El incienso cuenta con una larga tradición no solo en el mundo bizantino, sino que también a lo largo de la historia de la Antigüedad. Se usaba principalmente en ceremonias curativas y religiosas y se trataba de una sustancia deseada por reyes, sacerdotes y clases altas, debido a que pensaban que el humo del incienso era un regalo sagrado de la naturaleza.
En el Antiguo Egipto, por ejemplo, el incienso además de ser empleado por los sacerdotes en ceremonias de purificación tenía una estrecha relación con el Ojo de Horus o el cuerpo de los dioses. De hecho, para algunos expertos, el incienso de la resina de ládano representaba a las lágrimas que caían del ojo del dios halcón, como clara referencia a la leyenda de Horus ofreciendo el ojo perfumado a su padre como prueba de su victoria sobre Seth.
Los fenicios fueron el pueblo responsable de introducir el incienso en Occidente hace ya 3000 años, ocupando entre sus objetos de culto un lugar importante. De hecho, los hallazgos realizados sobre esta civilización, nos indica que empleaban con mucha frecuencia tanto quemadores de perfumes como incensarios.
El incienso fue un elemento fundamental en los rituales de purificación en la Antigua Grecia a partir del siglo VII a.C. El incienso de olíbano y mirra, usado en forma de resinas y hierbas secas, se quemaba en los altares para crear humo fragante que subía hacia el cielo, llevando las plegarias y los deseos de los adoradores.
Uno de los rituales de incienso más relevantes en la Antigua Roma tenía lugar en el Templo de Vesta, dedicado a la diosa del hogar, la familia y el fuego sagrado. El humo del incienso, elevándose hacia el cielo, se consideraba en la cultura romana una especie de vehículo que permitía a las plegarias y oraciones llegar a los dioses.
Como mencionamos al principio, la quema de incienso realzaba el carácter espiritual del interior de la iglesia. En la iglesia medieval, se creía que el humo del incienso que flotaba en el aire facilitaba el ascenso de las plegarias al cielo y que el olor aromático honraba a Dios y a los santos.
Piezas de museo
Por ello, encontramos objetos como este magnífico incensario de bronce que pertenece a un corpus de incensarios bizantinos de los siglos VI-VII d. C., muchos de ellos procedentes de Egipto, que representan viñetas de la vida de Cristo. Su iconografía evoca la historia sagrada cristiana y los lugares a los que los peregrinos medievales viajaban para conmemorar estos acontecimientos sagrados. Aunque normalmente se identifican como incensarios, este tipo de recipientes también podían servir como lámparas si se llenaban de aceite y se colocaba un soporte para la mecha en el lateral del cuenco.
Otros ejemplos de este selecto tipo de incensarios los encontramos en museos de Estados Unidos como el de Virginia, el Walters en Baltimore, el de la Universidad de Princeton o el Eskenazi en Indiana. En Turquía, en el Museo de Antalya, hay un incensario de plata dorada muy similar con escenas del Nuevo Testamento datado en el siglo VI. En Europa, también podemos ver otros ejemplos en museos tan prestigiosos como el British y el Lovre de Paris.